Todos
los procesos de gestación, nacimiento, posparto y lactancia son muy
importantes para la madre y el bebé. Son los primeros ciclos de vida
del bebé e, igual que una planta que comienza a crecer, es
especialmente vulnerable y sensible. Todo lo que pasa en su entorno
tiene un fuerte impacto sobre su personalidad que está empezando a
construirse.
Durante
la gestación
la relación con la madre es constante y muy directa. Todo lo que le
pasa a la madre le impacta directamente al bebé. Por ello, sería
necesario que la madre se cuide, esté en contacto con ella misma y
conozca sus propias dificultades y traumas, para que pueda prestarles
atención y darle al bebé la protección, seguridad, cuidados,
afecto, amor, respeto, proximidad...que éste necesita. En la zona
intrauterina pueden pasar cosas traumáticas para el bebé, a nivel
muy inconsciente y otras de las que sí podemos tener cierta
conciencia, como por ejemplo, un embarazo con mucho estrés,
ansiedad, cualquier otra circunstancia traumática vivida por la
madre (muerte de una persona querida, separación de la pareja,
enfermedades graves vividas por la madre o personas cercanas...), un
embarazo no deseado por uno o por ambos padres, pérdida de un
hermano gemelo, intento de aborto, concepción in vitro, inseminación
artificial, el feto no se encaja bien o no se presenta en posición
cefálica...
La
gestación es un proceso que llega a su punto culminante en el
nacimiento,
cuando el bebé necesita que la madre se abra y se entregue, para
dejarlo pasar y salir con su impulso hacia el mundo. Si todo va bien,
al penetrar por el canal vaginal, el bebé puede conocer a la madre a
un nivel muy íntimo y profundo. Se trata de un contacto estrecho y
potente, absoluto y consistente que le da al bebé mucha identidad
corporal y el registro de que es posible sentir su cuerpo
intensamente, con gusto, con placer, con fuerza, de manera total...
Cuando, por el motivo que sea, aparecen situaciones que dificulten,
bloqueen o interrumpan el proceso natural del nacimiento y no acaba
siendo posible traspasar las dificultades, la experiencia del parto
(para la madre) y del nacimiento (para el bebé) puede convertirse en
una experiencia traumática, como por ejemplo: cesarias, fórceps,
ventosas, partos inducidos y/o muy intervenidos (oxitocina sintética,
epidural...) partos en que la madre retiene inconscientemente al bebé
o, de lo contrario, lo expulsa muy rápidamente, nacimientos en los
que el bebé presenta síntomas de asfixia, nacimientos de nalgas.
Después
del nacimiento, en el posparto,
esta relación y vinculación madre-bebé se continúa forjando a
través de la presencia, la mirada, el contacto, el afecto, la
lactancia, el respeto por los procesos naturales del bebé...Si esto
no fuera posible, debido a un ingreso a neonatología, separaciones
de la madre, dificultades en el establecimiento de la lactancia,
depresión posparto u otras dificultades de la madre a la hora de
establecer la conexión afectiva y emocional con su bebé, éste
puede sufrir situaciones que pueden convertirse en traumáticas y
estar muy lejos de la relación de conexión, escucha y contacto que
ambos necesitan para seguir poniendo las bases de una vinculación
positiva y segura.
Después
de experiencias de este tipo, cada miembro de la familia debería
tener la oportunidad de expresar, procesar y reparar en alguna medida
lo que ha vivido. A menudo, los bebés intentan expresar sus
vivencias traumáticas, a través de sonidos, llantos, inquietudes,
movimientos... y es importante poderlos escuchar y ofrecerles el
espacio y las condiciones para que puedan expresar y transformar lo
vivido.
Los
síntomas que nos pueden indicar que hay algún trauma pueden ser:
despertares del bebé con sobresaltos y llantos fuertes difíciles de
tranquilizar, movimientos repentinos de sobresalto cuando el bebé
estaba aparentemente relajado, dificultad para entrar en contacto
visual (por ejemplo: los ojos del bebé miran hacia arriba), mucha
tensión corporal (por ejemplo: cierra los puños muy fuertemente),
movimientos no habituales (por ejemplo: llevarse las manos a la
cabeza, al pecho o al corazón, arquear la espalda hacia atrás,
pataleos fuertes...), llantos que no encuentran consuelo cuando las
necesidades están cubiertas (ha comido, está descansado, no está
solo, los pañales están secos...). Estos llantos a menudo se
explican como “cólicos”, pero se sabe que en realidad estos casi
no existen y que se utilizan como “cajón de sastre” cuando no se
sabe lo que le está pasando al bebé. Lo más probable es que en
estos momentos el bebé esté intentando expresar alguno de los
traumas vividos. Además, en bebés un poco más mayores, podrían
observarse dificultades en el proceso de desarrollo de la motricidad
(por ejemplo: dificultades para darse la vuelta, comenzar a gatear
hacia atrás, no gatear...) u vivencias de pánico, por ejemplo al
meterse en un túnel, al pasarse un jersey estrecho por la cabeza...
Frecuentemente
por desconocimiento, los padres/madres no reconocen los intentos de
expresión de traumas prenatales, perinatales y posnatales del bebé
y, aunque a veces los puedan identificar, no tienen las herramientas
necesarias para gestionar la situación. Con este trabajo daremos las
herramientas y facilitaremos un punto de encuentro, conexión y
cooperación entre los diferentes miembros de la familia acompañando
al bebé con mucho respeto y mucha suavidad, para que pueda
expresarse, procesar y reparar sus vivencias traumáticas sacando el
dolor que éstas le hayan podido generar, a la vez que se
transforman los registros inicialmente negativos en positivos. De
esta manera, se restablece el vínculo entre madre y bebé que en
estos casos siempre se ve afectado.
Para
seguir cuidando este vínculo es importante que las/los madres/padres
conozcan la relación entre la propia historia y la relación que
establecen con sus hijos, para hacerse responsables de ella. Todas
las personas adultas (incluidos madres y padres) tenemos una historia
en la que, a parte de todas las vivencias positivas, también hemos
tenido vivencias, traumas y registros negativos, habitualmente en
relación a nuestros propios padres, que podemos pasar a nuestros
hijos de manera inconsciente y que pueden tener mucho que ver con las
dificultades durante el embarazo, el parto y el posparto. Por ello,
en las sesiones también se intenta enfocar y elaborar los temas que
hayan bloqueado el proceso de manera inconsciente, para hacerlos
conscientes y, sobre todo, para intentar evitar que sigan
interfiriendo en la relación con el bebé en etapas posteriores de
la crianza.
A nivel práctico, se puede trabajar con los bebés a partir del momento en que su estructura corporal lo permita (dependiendo del bebé puede ser entre el mes y los tres meses de vida) y hasta los 5 ó 6 años (dependiendo del tema). De todas formas, para que los bebés puedan crecer y estructurarse desde un lugar más saludable, es aconsejables iniciar el trabajo cuanto antes mejor. El trabajo con toda la familia (es deseable que estén ambos padres) se realiza en 3 a 15 sesiones. A veces también puede ser necesario que el trabajo continúe con sesiones individuales de la madre y/o del padre.
A nivel práctico, se puede trabajar con los bebés a partir del momento en que su estructura corporal lo permita (dependiendo del bebé puede ser entre el mes y los tres meses de vida) y hasta los 5 ó 6 años (dependiendo del tema). De todas formas, para que los bebés puedan crecer y estructurarse desde un lugar más saludable, es aconsejables iniciar el trabajo cuanto antes mejor. El trabajo con toda la familia (es deseable que estén ambos padres) se realiza en 3 a 15 sesiones. A veces también puede ser necesario que el trabajo continúe con sesiones individuales de la madre y/o del padre.
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