jueves, 12 de octubre de 2017

El trabajo terapéutico de la reparación de traumas prenatales, perinatales y postnatales con bebés

Todos los procesos de gestación, nacimiento, posparto y lactancia son muy importantes para la madre y el bebé. Son los primeros ciclos de vida del bebé e, igual que una planta que comienza a crecer, es especialmente vulnerable y sensible. Todo lo que pasa en su entorno tiene un fuerte impacto sobre su personalidad que está empezando a construirse.
Durante la gestación la relación con la madre es constante y muy directa. Todo lo que le pasa a la madre le impacta directamente al bebé. Por ello, sería necesario que la madre se cuide, esté en contacto con ella misma y conozca sus propias dificultades y traumas, para que pueda prestarles atención y darle al bebé la protección, seguridad, cuidados, afecto, amor, respeto, proximidad...que éste necesita. En la zona intrauterina pueden pasar cosas traumáticas para el bebé, a nivel muy inconsciente y otras de las que sí podemos tener cierta conciencia, como por ejemplo, un embarazo con mucho estrés, ansiedad, cualquier otra circunstancia traumática vivida por la madre (muerte de una persona querida, separación de la pareja, enfermedades graves vividas por la madre o personas cercanas...), un embarazo no deseado por uno o por ambos padres, pérdida de un hermano gemelo, intento de aborto, concepción in vitro, inseminación artificial, el feto no se encaja bien o no se presenta en posición cefálica...
La gestación es un proceso que llega a su punto culminante en el nacimiento, cuando el bebé necesita que la madre se abra y se entregue, para dejarlo pasar y salir con su impulso hacia el mundo. Si todo va bien, al penetrar por el canal vaginal, el bebé puede conocer a la madre a un nivel muy íntimo y profundo. Se trata de un contacto estrecho y potente, absoluto y consistente que le da al bebé mucha identidad corporal y el registro de que es posible sentir su cuerpo intensamente, con gusto, con placer, con fuerza, de manera total... Cuando, por el motivo que sea, aparecen situaciones que dificulten, bloqueen o interrumpan el proceso natural del nacimiento y no acaba siendo posible traspasar las dificultades, la experiencia del parto (para la madre) y del nacimiento (para el bebé) puede convertirse en una experiencia traumática, como por ejemplo: cesarias, fórceps, ventosas, partos inducidos y/o muy intervenidos (oxitocina sintética, epidural...) partos en que la madre retiene inconscientemente al bebé o, de lo contrario, lo expulsa muy rápidamente, nacimientos en los que el bebé presenta síntomas de asfixia, nacimientos de nalgas.
Después del nacimiento, en el posparto, esta relación y vinculación madre-bebé se continúa forjando a través de la presencia, la mirada, el contacto, el afecto, la lactancia, el respeto por los procesos naturales del bebé...Si esto no fuera posible, debido a un ingreso a neonatología, separaciones de la madre, dificultades en el establecimiento de la lactancia, depresión posparto u otras dificultades de la madre a la hora de establecer la conexión afectiva y emocional con su bebé, éste puede sufrir situaciones que pueden convertirse en traumáticas y estar muy lejos de la relación de conexión, escucha y contacto que ambos necesitan para seguir poniendo las bases de una vinculación positiva y segura.
Después de experiencias de este tipo, cada miembro de la familia debería tener la oportunidad de expresar, procesar y reparar en alguna medida lo que ha vivido. A menudo, los bebés intentan expresar sus vivencias traumáticas, a través de sonidos, llantos, inquietudes, movimientos... y es importante poderlos escuchar y ofrecerles el espacio y las condiciones para que puedan expresar y transformar lo vivido.
Los síntomas que nos pueden indicar que hay algún trauma pueden ser: despertares del bebé con sobresaltos y llantos fuertes difíciles de tranquilizar, movimientos repentinos de sobresalto cuando el bebé estaba aparentemente relajado, dificultad para entrar en contacto visual (por ejemplo: los ojos del bebé miran hacia arriba), mucha tensión corporal (por ejemplo: cierra los puños muy fuertemente), movimientos no habituales (por ejemplo: llevarse las manos a la cabeza, al pecho o al corazón, arquear la espalda hacia atrás, pataleos fuertes...), llantos que no encuentran consuelo cuando las necesidades están cubiertas (ha comido, está descansado, no está solo, los pañales están secos...). Estos llantos a menudo se explican como “cólicos”, pero se sabe que en realidad estos casi no existen y que se utilizan como “cajón de sastre” cuando no se sabe lo que le está pasando al bebé. Lo más probable es que en estos momentos el bebé esté intentando expresar alguno de los traumas vividos. Además, en bebés un poco más mayores, podrían observarse dificultades en el proceso de desarrollo de la motricidad (por ejemplo: dificultades para darse la vuelta, comenzar a gatear hacia atrás, no gatear...) u vivencias de pánico, por ejemplo al meterse en un túnel, al pasarse un jersey estrecho por la cabeza...
Frecuentemente por desconocimiento, los padres/madres no reconocen los intentos de expresión de traumas prenatales, perinatales y posnatales del bebé y, aunque a veces los puedan identificar, no tienen las herramientas necesarias para gestionar la situación. Con este trabajo daremos las herramientas y facilitaremos un punto de encuentro, conexión y cooperación entre los diferentes miembros de la familia acompañando al bebé con mucho respeto y mucha suavidad, para que pueda expresarse, procesar y reparar sus vivencias traumáticas sacando el dolor que éstas le hayan podido generar, a la vez que se transforman los registros inicialmente negativos en positivos. De esta manera, se restablece el vínculo entre madre y bebé que en estos casos siempre se ve afectado.
Para seguir cuidando este vínculo es importante que las/los madres/padres conozcan la relación entre la propia historia y la relación que establecen con sus hijos, para hacerse responsables de ella. Todas las personas adultas (incluidos madres y padres) tenemos una historia en la que, a parte de todas las vivencias positivas, también hemos tenido vivencias, traumas y registros negativos, habitualmente en relación a nuestros propios padres, que podemos pasar a nuestros hijos de manera inconsciente y que pueden tener mucho que ver con las dificultades durante el embarazo, el parto y el posparto. Por ello, en las sesiones también se intenta enfocar y elaborar los temas que hayan bloqueado el proceso de manera inconsciente, para hacerlos conscientes y, sobre todo, para intentar evitar que sigan interfiriendo en la relación con el bebé en etapas posteriores de la crianza.

A nivel práctico, se puede trabajar con los bebés a partir del momento en que su estructura corporal lo permita (dependiendo del bebé puede ser entre el mes y los tres meses de vida) y hasta los 5 ó 6 años (dependiendo del tema). De todas formas, para que los bebés puedan crecer y estructurarse desde un lugar más saludable, es aconsejables iniciar el trabajo cuanto antes mejor. El trabajo con toda la familia (es deseable que estén ambos padres) se realiza en 3 a 15 sesiones. A veces también puede ser necesario que el trabajo continúe con sesiones individuales de la madre y/o del padre.

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